Palabras
de Malú Huacuja del Toro durante la presentación
del libro Un Dios para Cordelia
Esta
noche estuvo con ustedes la prodigiosa actriz Mónica Steuer; su
voz es la que se
escucha en el audiolibro de la novela Un Dios para Cordelia que
acaba de salir...
Escuchamos
también la canción titulada Un Dios para Cordelia
del compositor mexicano
Gerardo Peña. Esta canción fue inspirada en la novela y
hoy pudimos escucharla
en la voz de la cantante e instrumentalista chilena Mochi Parra...
Yo
me llamo Malú Huacuja del Toro y les puedo asegurar que cuando
alguien les dice que viene de México la pregunta que cabría
hacerse con un poco de paciencia es de qué México. Mi país
está conformado por muchos países distintos. Los países
están conformados por mundos distintos. También Estados
Unidos. Ustedes lo habrán notado. El norte no es el sur. Los pobladores
de la costa este cultivan modos de vida diferentes de los del oeste. Hay
distintos acentos, hay expresiones idiomáticas distintas, legislaciones
estatales diferentes, diversos códigos sociales, distintas historias.
Distintas luchas sociales. Lo mismo pasa en mi país y en muchos
otros. Esto es así porque se necesitan todas las especies
para construir un mundo, en este caso el mundo de la nacionalidad.
No obstante lo cual siempre existe una tendencia mediática a homogeneizar
los muchos mundos. Homogeneizar: que no unificar. La unificación
supone diferencias. La homogeneización impone anular las características
individuales para fundirse en un todo que es el estereotipo, el deber
ser de la historia oficial. Oficialmente yo provengo de un lugar del que
realmente no provengo. Esto es, de un mundo exportado por películas,
programas de televisión, libros y canciones que no tienen nada
qué ver conmigo. Nunca he estado en el México de exportación.
Tampoco sé si existe en algún otro lugar que no sea el discurso
de los políticos y sus intelectuales y artistas oficiales, pero
si existe creo que no me gustaría tener un pasaporte para ir a
vivir ahí. No creo en la igualdad que no sea la de derechos, en
la equivalencia que se propone domar todas las características
de un ser vivo, y el México del que yo provengo no es un lugar
en el que todos tienen exactamente las mismas creencias, costumbres y
esperanzas, ni un lugar en el que nací por accidente, impuesto
de nacimiento y en el que se habla una lengua o se entiende la existencia
de una manera sólo porque eso es lo que hablan o entienden nuestros
padres y nuestros vecinos. No es un país condenado a perpetuarse,
sino destinado a incluir cualquier cambio. Es un país donde se
aceptan los matices. Es el país que muchos libros nos permiten.
Es el país que todos tenemos derecho a construirnos aceptando y
respetando nuestras peculiaridades.
En
estos tiempos en los que se tiende a encarcelar a la gente en definiciones,
la literatura es uno de esos territorios donde germinan las diferencias
de todas las culturas, todos los países, todos los idiomas y todos
los tiempos con esas rarezas y singularidades de las que abominan las
hegemonías y las mercadotecnias.
La
palabra se rebela. La palabra siempre se rebela.
En
cualquier idioma.
Trillones
de palabras en millones de libros escritos en miles de idiomas alegan
sus diferencias por todas partes del mundo.
Y
si, como dicen, una imagen vale más que mil palabras,
yo no sé por qué siempre se precisan más de mil imágenes
para matar a una sola palabra, una palabra como sufrimiento,
como hambre, como pobreza.
Pero, en efecto, una imagen sí vale más que mil palabras
cuando estas últimas no valen nada. Cabría entonces precisar
de qué palabras estamos hablando. Hay ciertamente palabras baratas.
Ante ésas cualquier imagen vale más. Y hay palabras compradas.
Y hay palabras ofrecidas. Y hay palabras disminuidas. Y hay palabras desprestigiadas.
Y hay palabras copiadas, deslavadas, desarticuladas.
De
todas formas siempre queda la interrogante: por qué hacen falta
tantos libros muy mal escritos para debilitar el poder de unos cuantos,
y a veces de uno solo.
O
por qué, si se dice que la gente naturalmente no lee, se requiere
publicar tantos libros verborrágicos para impedir que lea uno.
El parentesco de la palabra con la música es indestructible. Esta
novela, publicada por primera vez en México en 1995, en su camino
ha inspirado a varios músicos independientes y espero que lo siga
haciendo. Más importante para mí es que, en un país
donde desafortunadamente el veneno del machismo hace infelices no sólo
a las mujeres sino también a los hombres, este libro ha animado
a jóvenes mexicanas a repensar su historia personal, y espero que
lo siga haciendo. Sin embargo, hay un aspecto de esta historia que se
refiere a las almas migratorias, a los tránsfugas de pensamiento
independiente, y que no creo que pueda echar anclas más que aquí
entre ustedes, por razones que no preciso aclarar. Pero si este libro
llegara a encontrar aquí su nuevo mapa de ruta, eso es gracias
al esfuerzo de estos dos editores empeñados en hacer del mundo
que habitamos un lugar más interesante a través de los libros.
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